El erotismo --o la erótica, como aquí lo llamaremos-- es uno de los puntos más atractivos en este viaje de exploración. Pero no todos lo ven de la misma forma.
"Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi alma la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado."
(QUEVEDO)
II. "El diosecillo de las flechas"
III. Eros y sus transformaciones
Vamos a plantear un nuevo concepto que ofrece un paso más en la comprensión del hecho de los sexos. Es la erótica o también llamada erotismo que da cuenta de los deseos propios de los sexos.
Si hasta ahora nos hemos ocupado de Sexus, nos toca ahora tratar de Eros. Ambos son conceptos distintos y sin embargo cercanos. Pero conviene precisar uno y otro: Eros en el marco de Sexus.
Hace ya mucho tiempo, en la Época Clásica de nuestra civilización occidental (siglo IV a. de C.), Platón planteó los pilares de lo que se conoce hoy como teoría erótica para explicar cómo y, sobre todo, por qué los seres humanos se atraen entre sí y qué buscan unos en otros.
El filósofo griego partió del hecho de que, entre las formas de relación que se producen, ninguna es tan atractiva y profunda como la de los sexos y ninguna es tan buscada y deseada. De ahí su insistencia en buscar una explicación distinta a la del mundo de la naturaleza, tan centrada en la reproducción.
Las teorías de la naturaleza que trataron de explicar este fenómeno recurriendo a la reproducción de las especies. Y, dentro de ellas, situaron el de la especie o naturaleza humana. De ahí las denominaciones de los hombres y mujeres como machos y hembras de la especie humana.
Pero Platón --y, tras él los clásicos griegos y latinos-- trató de dar un paso más. Se trataba no ya de tener en cuenta no ya a los machos y las hembras sino a los hombres y mujeres que, si bien tienen sus bases en la naturaleza, ofrecen un salto cualitativo que les hace no depender de lo que fue llamado instinto reproductor de la especie sino de una realidad más elaborada y propia que es el deseo de relación entre ellos.
Para formular su teoría, Platón utilizó un personaje mitológico o dios conocido como Eros que era el que hacía las funciones de mediador o embajador encargado de estos sentimientos conocidos, por ello, como eróticos.
Es decir, esos sentimientos que llevan a unos seres humanos hacia otros por estar seccionados o separados. De ahí viene, como ya quedó anotado, la etimología del término sexus, vecina a la de sección, sexuado, distinto, de distinta sección, de distinto sexo, seccionados y, por lo tanto, incompletos. De ahí también su aspiración a completarse a través de la unión de esas partes o secciones separadas en una unidad común.
Sexus y Eros son , pues, dos conceptos distintos y, por ello, conviene diferenciarlos. Cada uno ofrece lo suyo en particular. Si es cierto que ambos se complementan, uno no es sinónimo de otro. Hoy, con la distancia de siglos, seguimos usando esas matrices grecolatinas aunque cargadas de unos contenidos más densos y complejos. El tiempo no ha pasado en balde. Pero la idea sigue.
1. El símil de "la media naranja"
Desde la cultura helénica se hizo de uso común la expresión "buscar su media naranja", su otra mitad que ha quedado como simil para expresar esa búsqueda de aquello de lo cual se necesita que es lo que tiene el otro.
Un paso más: por encima de lo que el otro tiene y de lo que uno carece está el mismo otro como tal otro distinto de uno mismo. Esta exigencia universal y común revela hasta qué punto los sexos forman parte constitutiva de la condición humana.
El otro más otro de todos los otros --y al mismo tiempo más cercano-- es el otro del otro sexo. Recuérdese, de nuevo, a Aristófanes.
También de entonces procede ese célebre diosecillo alado que es Eros y que lanza flechas entre unos y otros para unir con ellas corazones separados.
La misión de Eros es unir a los que se atraen. En la mitología Eros era hijo de Poros (la abundancia) y de Penia (la penuria o escasez) que, unidos dieron como fruto ese fenómeno que en términos actuales, como entonces, solemos llamar deseo.
"Las flechas de Cupido" es la expresión latina de ese Eros griego. Es, pues, nuestra base cultural greco-latina. De ahí también "el flechazo", expresión de uso para indicar la atracción y el enamoramiento. Las flechas de Eros o de Cupido son las flechas del amor. Es el flechazo, el coup de foudre, el faill in love.
En todas las culturas y civilizaciones, en todas las épocas se han celebrado ritos y fiestas en honor a este fenómeno. En la cultura occidental la fiesta de San Valentín es en la actualidad la fiesta de los enamorados.
Los niños siempre juegan a cosas de mayores y juegan también a estar enamorados. Son juegos a través de los cuales entran en la sociedad de los adultos. Los juegos de novios o de enamorados son universales aunque varían en sus detalles.
La fiesta de los enamorados, tal como ahora es llamada, era la fiesta de los amantes. Ser amantes era y sigue siendo la denominación de los que se aman. Y sería importante no perderla por ser un patrimonio de la máxima importancia.
En la Época Clásica, tanto griega como romana, se celebraban fiestas, generalmente en honor a los dioses protectores de estas situaciones. Desde la instauración del cristianismo estas fiestas fueron excluidas y sustituidas por otras más acordes con otras creencias y patrocinadores. Los dioses han sido sustituidos por santos.
San Valentín ha ocupado el sitio de Eros o de Venus. O el de Cupido. Son ritos o celebraciones de ese fenómeno universal pero cada cultura pone unas tradiciones. En la actualidad muchos son conscientes del carácter comercial de estas festividades. Los modestos regalos, ricos por su carácter simbólico, se han convertido en un signo de consumo. En todo caso, es un motivo para celebrar y mantener vivo ese hecho.
III. Eros y sus transformaciones
De esta forma se nombró a Eros en la cuna de nuestra civilización griega que luego en la lengua latina se iba a llamar Cupido y más adelante Amor que es como se generalizó en las lenguas romances de la tradición entre las cuales está el idioma castellano o español.
El término amor indica una noción genérica y designa una gran variedad de sensaciones, emociones y sentimientos. El término y concepto de Eros es más preciso y designa ese sentimiento concreto de atracción entre los sexos y no otro. El término actual es deseo erótico.
Por muchas razones, entre ellas el pudor, la terminología del Amor se ha extendido más que la de Eros. Pero, al ser más genérica y menos específica, da menos información sobre esta clase concreta de sentimientos propios de los sexos.
2. Eros y cultura de la christianitas
Por otro lado, la cultura de la christianitas y, sobre todo, su moral, cristianizó la noción de amor y la situó en las alturas del espíritu y designó, por oposición al espíritu, apetito de la carne y concupiscencia a cuanto no coincidía con ese concepto.
De esa forma, el Eros y su universo --el erotismo-- quedó incluido dentro de lo bajo y lo carnal, lo lascivo y lo vicioso: en la lujuria. En ese contexto se expandió el gran dualismo que consistió en atribuir lo bueno y virtuoso al amor espiritual; lo malo, grosero y pecaminoso a la concupiscencia de la carne pecadora. Éste ha sido durante muchos siglos el planteamiento moral de la virtud y el vicio.
Andando el tiempo, y siempre con la cultura de la christianitas como telón de fondo, se ha extendido ese gran dualismo con otros términos más acomodados como son el amor y el sexo. Desde ellos la gente trata de situar y separar, como hace muchos siglos, lo que es propio de uno y lo que, a su vez, es del otro.
3. Eros y pasión en el medievo
En la Edad Media y coincidiendo con una nueva cultura transformadora, iniciada por los trovadores, cantores y poetas, Eros tomará el nombre de amor pasión. La poesía y la lírica en general han dejado numerosos testimonios de esta forma de Eros llevada a la relación.
De ahí proceden la leyenda de Tristán e Isolda o la de Los amantes de Verona, Los amantes de Teruel, etc. Todas ellas han sido sobrepasadas en celebridad por obra del genio de Shakespeare y su Romeo y Julieta.
Otras muchas historias con distintos detalles o anécdotas han venido a consagrar esa forma de amar llamada amor pasión.
Con el Barroco, pero, sobre todo, con el Romanticismo otras muchas historias se sumarán a ellas quedando lo principal: ese gran mito del Amor y las trasformaciones de Eros. La que más ha perdurado ha sido la misma expresión romántica de Eros, si bien más nombrada y conocida como amor.
Eros, por su parte, ha quedado reducido al ámbito de los estudios ocupados por los conceptos. La gran divulgación recurre ya casi en exclusiva al amor. Pero será muy difícil --si no imposible-- entender qué es el amor sin el Eros, la materia de la que, en definitiva, está hecho. Es decir, su contenido.
La poesía lírica desde sus comienzos es un intento de expresar esas sensaciones y afectos que se sienten a través de los versos.
Las canciones de hace mucho tiempo, lo mismo que las actuales, tratan de expresar los sentimientos y, de un modo especial, los de atracción, que solemos llamar amor.
Hacer un repaso por las canciones actuales es hacer un recorrido por las variadas formas de esos sentimientos expresados con música y poesía.
IV. Sensaciones, deseos, emociones y sentimientos
Eros, bajo esos nombres tan variados por las distintas transformaciones --y de un modo especial bajo el de amor-- constituye la base en torno a la cual se ha canalizado en nuestra historia lo que ha sido llamado vida sentimental como resumen de esos materiales de los que ésta se compone como son las sensaciones, deseos, emociones y sentimientos.
Las historias de amor que ofrecen las grande obras maestras de la Literatura y las canciones modernas son el principal arsenal que reagrupa una gran cantidad de versiones y exposiciones de esos sentimientos eróticos tal como ha sido observado y expresado por los pensadores, escritores, poetas, artistas y cantantes.
En todas estas obras encontramos descrita la experiencia del enamoramiento, de las primeras relaciones, de la intensidad de los sentimientos, de la dificultad de los encuentros, de la pasión, de los celos, de la desazón, de la quietud, de la esperanza, de la desesperación.
En definitiva, se trata de ese universo que se diría que no tiene límites que es el deseo de unos por los otros, sus emociones y sentimientos. Y, como telón de fondo o melodía, la razón de sexo.
Por ello el tema constante ha sido siempre la búsqueda del otro. Ese otro que pueda complementar y colmar las carencias o vacíos de uno y, de ese modo, encontrar la plenitud.
No es, pues, de extrañar que ese material que a veces lleva a ser impulsivo o emotivo o como un sentimiento ofrezca la sensación de ser tan fuerte y frágil, tan desconcertante y contradictorio
De ahí la necesidad de comprender esa realidad en ocasiones resbaladiza en un marco razonable. Si los temas son muchos y variados, uno es su constante melodía: la búsqueda y encuentro con el otro. Lo que remite a la estructura carencial de ambos por el hecho de ser sexuados.
En El Banquete , Platón pone en boca de Aristófanes un relato sobre los seres esféricos y autosuficientes que fueron cortados en dos. En otro Diálogo --El Lisias-- vuelve el sabio sobre el mismo argumento.
Es el gran tema de las carencias y búsquedas de los humanos. Eros --el amor-- es ese sentimiento que va y viene de uno a otro para coordinar sus equilibrios y desequilibrios.
Aunque hayan pasado siglos, esa idea básica es la misma que hoy tenemos, aunque hoy la expresemos con un cúmulo de documentación más probada.
Platón lo esbozó de una forma poética. Los poetas, se ha dicho, suelen descubrir horizonte antes que otros que luego van y verifican.
El deseo es un impulso que nos lleva al otro. Los griegos lo llamaron Eros. Luego los latinos lo llamaron Amor. Y nosotros, grecolatinos, lo llamamos de las dos formas: erótica y ars amandi.
La clásica teoría erótica de Platón ha sido combinada en la Época Moderna con la teoría de los sexos que explica la condición sexuada.
De esta forma podemos entender que, por un lado, el erotismo es la denominación histórica y clásica para dar nombre a ese sentimiento que impregna las relaciones entre los sujetos en tanto que sujetos sexuados; y, por otro lado, el hecho de los sexos explica las estructuras de esos sujetos y trata de comprender ese deseo que les lleva a la relación.
En términos conceptuales, podemos, pues, precisar. El erotismo es un concepto relativo a las sensaciones, emociones y sentimientos, aunque, en sí, lo más propio del mismo sean los deseos: esos deseos propios de los sexos y entre ellos.
El sexo dice relación a las estructuras de los sujetos que, por ser sexuados, tienen esa cualidad referencial que hemos llamado sexualidad. Y por esa cualidad se tienen sentimientos eróticos
El erotismo no es el sexo. El erotismo --es decir, la erótica--, a su vez, no es la sexualidad. Son conceptos distintos que ayudan a explicar realidades distintas dentro del universo de los sexos.
De todo ello lo más importante de retener puede que sea que el erotismo es una de los grandes valores humanos a través del cual organizan sus formas de atracción y seducción. En definitiva, sus relaciones y vínculos. Una de cuyas manifestaciones, por cierto muy frondosas, son lo que la cultura popular suele llamar ligues, rollos o de otras muchas formas.
Se dan, como es sabido, formas de ligar y resultados de esos ligues. Relaciones de amistad y compañerismo; relaciones de simpatía y de intimidad. Todas ellas son ensayos o esbozos de lo que, andando el tiempo y de una forma más seria, será la relación duradera que se busca.
VI. El fenómeno moderno de la erotización de los sexos
1. La erotización del otro sexo
La sociedad antigua había erotizado a la mujer "para uso del hombre". De ahí el sentido de la expresión, aún en uso, de "mujer objeto del deseo masculino". El nuevo planteamiento de los sexos ha tratado de explicar la erotización de ambos en reciprocidad.
De esta forma, la lógica de los sexos ha formulado la ley de simetría moderna basada en las identidades de ambos. La repercusión de este fenómeno ha traído consigo grandes consecuencias en las relaciones, especialmente en orden a la igualdad de oportunidades en las relaciones comunes.
Todavía se usa la antigua expresión de que "los hombres buscan sexo y las mujeres, amor". O que "las mujeres entregan su cuerpo a cambio de un marido que las alimente". Poco a poco, el sentido de tales expresiones ha caído en desuso a medida que la simetría de los deseos e intereses se ha planteado bajo el nuevo marco de los sexos.
Havelock Ellis, en sus Sex Studies, aparecidos en el paso de los siglos XIX al XX, fue el primero que trató de ordenar este universo del erotismo en el marco del hecho de los sexos. De ahí una serie de nociones que tienen todas ellas la raíz de Eros como deseo, en todo caso inseparables de la emoción y el sentimiento.
El gran trabajo de Ellis fue explicar y conceptualizar la erotización de los sujetos como tales sujetos sexuados, es decir, la introducción de las nociones modernas a través de las cuales dar cuenta del fenómeno de la erotización paralelo al de la sexuación.
Es la clásica cuestión de Eros en el marco de Sexus, de los deseos entre los sexos. Es una cuestión que sigue siendo del máximo interés --y de polémica-- en la actualidad.
3. La erotización de los sujetos
Algunos de estos conceptos son el simbolismo erótico, la atracción erótica, el autoerotismo, el aloerotismo, las zonas erógenas, las sensaciones eróticas, los sentimientos eróticos, las fantasías eróticas, etc. a través de los cuales el planteamiento moderno ha introducido la clásica tesis de Eros en la biografía de los sujetos.
De ahí surgió el interés moderno por el estudio de la dimensión erótica de los sujetos. Por eso hablamos de la erótica para referirnos a esa dimensión de ellos y entre ellos.
Por otra parte, Eros y el erotismo, desde el deseo concreto e individual, se ha expandido en la cultura general. En ocasiones se habla de Eros libertino, libertario, o transgresor, revolucionario, comercial, etc. De ahí la expansión de su adjetivo a los más distintos campos: pintura erótica, novela erótica, poesía erótica, cine erótico, lencería erótica, etc.
4. El erotismo y la pornografía
Por ser Eros --el deseo-- un capital humano de alto valor, el erotismo ha conocido algunas grandes derivas. Tal es el caso de su comercialización y consumo de muy variadas formas.
Los mismos clásicos griegos que elaboraron el concepto de erotismo denominaron porneia al negocio o comercio con los valores de Eros. Es su explotación a pequeña o gran escala. En la sociedad moderna se sigue usando la misma palabra y, de ahí, la denominación de pornografía.
El riesgo de esta deriva ha traído consigo la confusión entre erotismo y pornografía. En ocasiones se habla de erotismo y se toma como pornografía blanda. Es importante separar lo que es un valor de lo que es el mercado que negocia o trafica con ese valor.
La pornografía es legítima como toda industria o mercado regulado por la ley. Pero el erotismo es el valor universal y común y por lo tanto, el objeto prioritario de interés.
El imaginario de cada cual, construido con un sin fin de elementos percibidos, vividos y sentidos a lo largo de la biografía, puebla la fantasía de cada sujeto. Por eso solemos decir que cada cual tiene su fantasía.
Una gran dosis de emociones y sentimientos están aglutinados por Eros y transformados, tal y como corresponde a la labor del imaginario, entre miedos y deseos.
Junto a las emociones y los sentimientos, las fantasías vienen y van, a veces en estado de vigilia, a veces en los sueños. Lo mismo que se habla de expresar las emociones y los sentimientos, se habla también de vivir las fantasías.
Si las emociones y sentimientos necesitan sus formas de expresión razonable en la convivencia de unos y otros, las fantasías tienen una forma privilegiada: la creatividad, en sus múltiples maneras de expresión.
El arte, en sus diversas expresiones: música, pintura, literatura, etc. De hecho el gran legado de la historia del arte no podría ser entendido sin el recurso a la fantasía. Es la forma de convertir en obras los materiales de la fantasía.