Ya hemos indicado que la caricia no es exclusivamente
reductible al tacto. Son todos los sentidos los que intervienen en ella
como las distintas notas de un acorde. Pero para que este acorde sea
armónico, y no estridente, es preciso acordar los instrumentos que
participan en el concierto.
La represión sistemática de los sentidos, por
educación o por pudor, es causa de numerosos conflictos conyugales.
Lo primero de todo es querer y poder querer. El caso
frecuente de la mujer que se resiste a sentir el placer puede ser aquí
de utilidad. Por ejemplo, la mujer que rechaza cualquier postura amorosa
que no sea la clásica, con rapidez, monotonía y en la oscuridad, es
porque no quiere encontrarse con el placer de las caricias. Tanto las
caricias dadas como las recibidas.
Cuando el hombre comienza los gestos preliminares,
acaso ella acepta porque es "su deber", pero opone toda clase
de resistencia a relajarse, a abandonarse, a sentir el placer. ¿Por la
idea que tiene como de algo pernicioso u obsceno? ¿Porque alguna vez lo
ha sentido y le ha traído culpabilidades? ¿Por su puritanismo?
¿Porque cree que eso es una indecencia, algo impropio de una mujer,
madre de familia, una persona honrada y respetable?...
Por todo esto, y por más. Muchas mujeres y
hombres tienen una predisposición para pasar lo más deprisa posible
al orgasmo, sin entretenerse en el placer. Es muy frecuente encontrarse
con estos casos en la consulta y, cuando se les interroga por sus
sueños, suele haber una enorme abundancia de material erótico en
ellos.
La represión de sus instintos en la exigencia del
propio amor es la causa fatal de numerosos conflictos.
Incluso este comportamiento represivo es la prueba de
que, en el fondo, lo están deseando, pero no se atreven por su idea
falsa o falseada de la sexualidad propia y de la ajena. La primera zona
erótica podría decirse que es la voluntad. O, si se prefiere, el
cerebro.
Cuando esta zona asiente, puede decirse igualmente
que todo el cuerpo es erótico o puede serlo. Tanto el masculino como el
femenino. Tanto para acariciar como para ser acariciado.

Si sobre el cuerpo se hiciera un mapa indicando los
puntos más sensibles a la caricia, encontraríamos muchas más zonas
eróticas de las que habitualmente suelen ser denominadas como tales.
Es célebre la anécdota que se cuenta de uno de los
genios del Renacimiento esa época de sensualidad tan marcada que
pintó en la calzada dos cuerpos, uno masculino y otro femenino. Luego
invitó a hombres y mujeres a que cogieran el pincel y señalaran las
partes que más les gustaba acariciar y que fueran acariciadas. El
resultado fue que las dos pinturas se vieron totalmente cubiertas bajo
las pinceladas de los transeúntes.
¿Puede hablarse, pues, de zonas especiales? ¿O más
bien habría que hablar de las zonas más conocidas? Tal vez se trate de
lo segundo. Vamos, pues, a seguir esta segunda sugerencia...
Es, en los dos sexos, un órgano erótico por su
carácter de interioridad. Pero es curioso que, tanto en el hombre como
en la mujer la boca, con la lengua, los dientes, etc., pueden ser tanto
activos como pasivos. Las caricias linguales son penetradoras
recíprocamente. Y el beso en sus infinitas ramificaciones es el
más conocido preludio del coito. En muchos casos es su sustituto. En
otros puede ser incluso de más intenso placer.
Puede ponerse en actitudes distintas a gusto del
sujeto. A veces blanda y se deja acariciar, a veces dura y acaricia,
penetra, vibra... de un modo tierno, violento, suave, apasionado. Sin
ninguna duda, a través de la boca y de la lengua puede llegar a
sentirse el más vivo placer: el orgasmo. La prohibición por las
causas que sean de llegar a más le hace a veces ser el principio y
fin.
Lamentablemente, esta clase de caricias suelen darse
cuando otras no están permitidas. Así podemos observar que los que
más se besan en la boca son los jóvenes, disminuyendo con el tiempo y
la costumbre esta caricia, hasta casi quedar suprimida y atrofiada en
las parejas mayores.
Son igualmente conocidos como los mayores
depositarios de tensión erótica y de capacidad de excitación. Dentro
de los órganos genitales, el pene en el hombre y el clítoris en la
mujer. El pene, como órgano externo y visible, es más conocido. El
clítoris no lo es tanto.
Es el único órgano humano cuya única función es
el placer. Todos los órganos pueden tener funciones múltiples o
variadas. El clítoris, no. Tal vez por esta razón por no haberse
podido "disculpar" su función la ignorancia en torno a él
sea tan grande. Muchas mujeres ignoran su existencia. O disimulan su
existencia. El placer, insistimos, siempre ha dado miedo.
Las caricias del clítoris son también, por estas
razones, de lo más variado y delicado. Así, hay mujeres que necesitan
de una fuerte estimulación. Otras requieren una suavidad extrema, de
forma que cualquier síntoma de brutalidad puede parecerles un ataque.
Del mismo modo, el clítoris puede ser acariciado en distintas posturas
y maneras por la misma mujer o por su pareja. Todo ello varia también
la intensidad del placer.
Es también de una gran sensibilidad, tanto al tacto
digital como lingual, como por el frotamiento del glande del pene en los
preliminares del coito. Los labios mayores y menores y una parte de la
vagina. En contra de lo que podría suponerse, no es sensible a la
caricia toda la vagina entera. Sin embargo, esta insensibilidad es
suplida, en muchas mujeres, por la sensación agradable que procura la
idea de la penetración.
Dentro de los órganos genitales masculinos, es
igualmente el órgano que más pronto manifiesta la excitación. Ciertas
zonas del pene son más excitables que otras. Es el caso del glande
terminal y de la zona de arranque o nacimiento del mismo, junto al hueso
del pubis. Así como la parte inferior del glande, denominada frenillo,
justamente donde está apoyado o sujeto el repliegue que le cubre, el
prepucio.
Los senos o pechos femeninos son de una enorme carga
erótica. De hecho, son los primeros que manifiestan el estado de
excitación mediante la erección de las mamas. Muy sensibles a las
caricias, son también muy excitantes para el hombre que los ve o los
toca, los besa, con un trasunto de significación relativa a los
primeros días de su existencia. En cuanto a los pechos masculinos, su
excitabilidad erótica mediante el tacto no suele ser tan conocida. Sin
embargo, es un hecho que esta clase de caricias excita mucho a ciertos
hombres. Tal vez su poco cultivo en algunas parejas les haya hecho pasar
inadvertidos en esta zona privilegiada.

La sensibilidad de ambos sexos puede encontrar su
zona preferida en otros lugares. Todo depende de la ternura con que la
erótica sea vivida. Así, las piernas en sus caras interiores,
el perineo, las caderas, todo a lo largo de la espalda,
por donde se sitúa la columna vertebral hasta subir por la nuca,
zona muy conocida por su erótica a flor de piel. Del mismo modo que las
orejas, especialmente los lóbulos, construidos de piel muy fina
y delicada...
Los brazos en su interior, en las axilas, las manos,
los dedos, que son los obreros más directos de la caricia en muchos
casos. Por ejemplo, cuando entre ellos resbalan los cabellos con
sensación blanda y sedosa. Y junto a las formas normales o simples, es
preciso no olvidar otras posiblemente más sofisticadas, pero de un
hondo contenido humano para los que las practican.