NUESTRA IMPOTENCIA CON LAS CAUSAS Y LAS CAUSAS
DE LA IMPOTENCIA
José Ramón Landarroitajauregi
Médicos contra psicólogos y viceversa
Tradicionalmente -más por
desconocimiento idiomático que por sarcasmo-, se han clasificado las
disfunciones erectiles en médicas y psicológicas. Dicho en estos términos,
estaríamos hablando, o bien de las disfunciones erectiles de los propios
médicos y psicólogos (por supuesto, varones), o bien de otro tipo de
impotencias -conceptuales, clínicas, etc.- de tales profesionales (al margen de
su sexo). Suele argumentarse que tal clasificación se establece por razón de
la diferente naturaleza causal de tales impotencias. Según esto habría
impotencias de causa médica o causa psicológica (o sea, producidas por 1a
medicina o la psicología). Un cierto análisis de este dislate lingüístico
-torpe pero divertido-, permite evidenciar que al clasificarse las impotencias
en médicas o psicológicas de lo que realmente se está hablando es de las
competencias científico profesionales de médicos y de psicólogos frente a la
"reparación" de impotencias. O incluso, como luego se verá, de las
propias impotencias etiológicas y conceptuales de unos y otros.
Por debajo de estas torpezas
terminológicas, la supuesta discusión conceptual, por lo menos la manifiesta,
se refiere a las causas: es por tanto una discusión etiológica. Ahora bien,
según la supuesta naturaleza de estas causas, las impotencias se clasificarían
en: orgánicas y psíquícas (o también biógenas y psicógenas).
Probablemente la insistencia en el
lapsus
linguae tenga algo que ver con el hecho de que quizás no se discuta sobre
causas sino sobre tratamientos. Y, por lo tanto, se trate de una discusión de
terrenos competenciales y no de una discusión de ideas. En ultimo término,
quizás se esté hablando de pesetas (pesetas médicas o pesetas psicológicas),
pero ahora esto no viene al caso. Vayamos, pues, a las ideas.
Unos y otros tienden a presuponer que
las causas y, sobre todo, después, los tratamientos -que usan de las causas
como justificación instrumental-, han de ser o bien de una o bien de otra
categoría, suponiendo a éstas mútuamente excluyentes. Así mismo presuponen
que si la causa es de una categoría, el tratamiento ha de serlo de esta misma
categoría. También presuponen que si un tratamiento es eficaz para una
impotencia concreta, ello demuestra que la causa era de esa misma naturaleza -psíquíca
u orgánica-.
Es precisamente por esto que los
psicoterapeutas no hacen sino retroalimentarse de la naturaleza psíquica de las
impotencias que tratan, mientras que los "farmacoterapeutas" no pueden
sino retroalimentarse de la naturaleza orgánica de las impotencias que también
tratan.
Sólo los "protésicoterapeutas"
pueden permitirse -aunque no lo hacen, por lo que pudiera pasar- obviar unas
causas que les son del todo indiferentes y ajenas, puesto que los implantes
protésicos no Areparan",
sino que sustituyen. Una vez destruidos los cuerpos cavernosos -condición
inexcusable para el alojamiento de la prótesis-, el sujeto jamás tendrá
erección (pero tampoco pérdida o ausencia de la misma, que es lo que realmente
quería evitar), y además obtendrá un don divino probablemente más deseable y
excelso: A
La guerra de cifras sobre las causas
En los últimos años, sobre todo desde
el mundo de la urología, se está poniendo de moda presentar porcentajes sobre
etiologia -psicógena versus orgánica- de las llamadas disfunciones eréctiles.
Según estos porcentajes, las impotencias por causa orgánica representan el
50%, el 70%, o últimamente, ya, el 90% del total de las ausencias o pérdidas
de las deseadas erecciones varoniles. Frente a estos datos, la respuesta
habitual desde el mundo de la sexología y la psicología -en cualquier caso,
desde quienes, con un referente epistémico u otro, realizan psicoterapia de la
sexualidad- suele ser la descalificaci6n de estos porcentajes o la inversión de
las cifras.
Desde el mundo de la investigación
-cualquiera que sea la disciplina-, o bien se conoce la causa de algo o bien se
desconoce. Cuando la investigación es médica, si se conoce la causa, ésta ha
de ser necesariamente orgánica. Cuando se desconoce se la nombra, usando el
término habitual, como idiopática (o sea, desconocida). Sólo en estos
casos, un poco por concesión profesional y otro poco por la característica
discapacidad clínica de los médicos cuando desconocen la causa (en medicina,
axiomáticamente, el tratamiento requiere una intervención causal), se supone
-y se clasifica- como psicógena. De este modo, las impotencias idiopáticas
(las desconocidas) se tornan, por arte de birlibirloque, en psicógenas. Se
trata de una conceptualización que clasifica por exclusión. Con todo ello, es
natural que, cuanto más se investigue, menos idiopatia (menos desconocimiento),
luego menos psicogenía, habrá. Que las cifras aún estén en el 90% no
significa sino que aún falta un mayor conocimiento biológico de la impotencia.
Ahora bien, cuando el conocimiento
disipe la idiopatia, desaparecerá -supongo- la psicogenia de las disfunciones
eréctiles. De hecho, es posible que en dos o tres décadas ya no existan
impotencias psicógenas, hablando en términos conceptuales. En términos
clínicos, las propuestas psicoterapéuticas habrán desaparecido -incluso
antes- por razones de economía clínica y de protocolización (o sea,
estandarización) terapéutica. Porque, si bien hoy coexisten tratamientos
farmacológicos con tratamientos psicoterapéuticos, justo por su irregular
eficacia, contribuyendo a mantener una manifiesta desconfianza de los unos para
con las estrategias terapéuticas de los otros, pero también cierta competencia
-aunque sea incompetente- entre unos y otros, en pocos años el mercado de las
disfunciones eréctiles será monopolizado por preparados que están ya en estos
momentos en proceso de investigación clínica. Estos preparados ingeribles no
sólo sustituirán a los inyectables locales y contingentes que tantas
resistencias ofrecen entre el público masculino, sino que sustituirán a las
intervenciones psicoterapéuticas (cuanto menos a las centradas en el síntoma).
No sé cuál será la eficacia de estos preparados, pero en círculos bien
informados se asegura que estos nuevos fármacos resolverán el 80% de las
disfunciones eréctiles. Y, curiosamente, el mismo preparado parece funcionar
con bastante independencia de las múltiples causas biológicas ya conocidas y
aceptadas.
Ahora bien, )resolverá
este medicamento la discusión entre causas psíquicas versus causas
orgánicas?, )
Descripciones de los circuitos de la
erección
Circuito orgánico
La erección -hasta donde yo conozco-
es un fenómeno absolutamente orgánico que puede describirse más o menos del
siguiente modo: por una orden del cerebro -o sea, la activación de una serie de
neurotransmisores-, que se comunica a larga distancia a través de información
electroquimica -o sea, nerviosa- y de información química -o sea, hormonal-,
se produce una modificación hemodinámica genital que afecta tanto al volumen
como a la presión sanguínea, incrementándose el flujo arterial peneano, que
por acción colinérgica relaja la fisiológica contracción de los cuerpos
cavernosos incrementando el volumen, dureza y posición habitual del pene, lo
cual produce una cierta presión interna sobre las paredes de las venas peneanas
que obstaculiza el retorno venoso, incrementándose la presión sanguínea local
y por lo tanto el empuje sobre las paredes lisas de los cavernosos. Este
incremento hemodinámico, neuronal y oxinógeno hiperactiva los receptores
sensitivos conocidos como corpúsculos de Krausse-Finger que, a su vez, informan
electroquímicamente al cerebro, que a su vez...(volver al principio).
Circuito experiencial
Así mismo, la erección, hasta donde
yo entiendo, es un fenómeno absolutamente experiencial que puede ser descrito
más o menos del siguiente modo: mi mente, en un estado de conciencia especial,
se erotiza reconstruyéndose a sí misma y abandonándose a las sensaciones y a
los sentimientos. A1 tiempo, mi cuerpo se relaja "sensando" y
sintiendo, la energía fluye hacia mis genitales y mi pene se alza turgente
enardeciendo mi mente que se reerotiza y... (volver al principio).
Así pues, la disfunci6n eréctil
-tanto cuando no hay erección, como cuando ésta se pierde en algún momento
del juego erótico (normalmente cuando la penetración se impone)-, se produce
porque alguno de estos dos circuitos, cuando sí funcionan, son el mismo
circuito o al menos circuitos compatibles que se han decodificado de diferente
manera. Sin embargo, cuando fallan son diferentes circuitos que requieren
intervenciones diferentes y mutuamente excluyentes. En último término nos
conducen hacia unos, y no hacia los otros, de los Areparadores"
que reparan erecciones fracasadas. Y cada uno de estos Areparadores@
Errores conceptuales a evitar
En mi opinión, la guerra de
porcentajes y su consecuente correlato de guerra interprofesional es una
auténtica necedad que gira en torno a un interés -profesional y econ6mico- que
usa de cinco errores conceptuales: el dualismo antrópico, el monismo
clínico, el causalismo organicista, la causalidad linealista
y el disciplinocentrismo.
Por dualismo antrópico entiendo
esa presunción dualista de lo humano que presupone la ruptura e
incompatibilidad ontológica entre lo orgánico y lo psíquico.
A1 decir monismo clínico me
refiero a la presunción de que la explicación orgánica es la causa evidente
de los efectos que se quieren tratar. De suerte que una simple descripción
orgánica -física, química, biológica, etc.- tiene la cualidad de convertirse
en Ala
causa" (así, en singular y usándose el artículo determinado).
La causalidad linealista hace
referencia a la presunción clásica de que la causalidad es siempre y
necesariamente lineal, lo que supone una relación rígida entre las causas y
los efectos, de suerte que la causa siempre antecede al efecto y que éste es
siempre consecuencia de aquélla.
Con el término disciplinocentrismo
aludo al error de arquitectura cognitiva y académica gracias al cual se produce
la presunción de que el conocimiento puede explicarse desde cada area de
conocimiento -por supuesto, la propia en cada caso-, así como a la limitación
formacional que nos impide conocer más allá de nuestra propia formación
académica, por pura ignorancia de lo ajeno.
Por lo tanto:
-
en contra del dualismo antrópico,
afirmo que los universos orgánico y psíquico no se excluyen, sino que, al
contrario, se complementan. Más aún, que se refieren a lo mismo, expresado con
discursos múltiples. Asi pues, el conocimiento del correlato orgánico no
excluye el conocimiento de la experiencia subjetiva, ni al revés. Afirmo que la
experiencia subjetiva es un hecho orgánico, como cada hecho orgánico es una
experiencia subjetiva. Por lo tanto, en términos de erección, el 100% de las
impotencias son orgánicas, y así mismo el 100% de las mismas son psíquicas.
En el 100% hay elementos orgánicos -hemodinámicos, neuronales, endocrinos,
etc.- que no han "funcionado" adecuadamente; y, así mismo, en el 100%
hay elementos psíquicos -la biografía sexual, la propia Aquerencia"
de erección, la frustración y el miedo de no tenerla o de perderla, etc.-
-
en contra del monismo clínico
(que es consecuencia directa de lo que más abajo llamo disciplinocentrismo),
afirmo que las causas, los efectos y los tratamientos no son necesariamente
coherentes entre sí, ni participan necesariamente del mismo universo. Esto es,
un hecho indiscutiblemente orgánico, puede producir efectos psíquicos (de
hecho todos los efectos psiquicos -lo conozcamos o no- tienen un referente
orgánico); y una estrategia psicoterapéutica, que puede no resultar eficaz
para modificar los efectos psiquicos pretendidos, sí puede incidir sobre las
"causas orgánicas". Y, al revés, en todas las direcciones posibles.
Por ejemplo, una técnica psicoterapéutica puede tener efectos analgésicos y
ansiolíticos justo porque tiene efectos a nivel de endorfinas y
neurotransmisores, o porque tiene efectos colinérgicos, aunque quizás no haya
mejorado la relación marital que era lo que se pretendía. Así mismo, una
inyección intracavernosa de prostaglandina puede resolver la ansiedad de
ejecución o romper el círculo de la "profecía autocumplida" o
incrementar la autoestima o mejorar sustancialmente la propia identidad
masculina antes deficitaria u otros efectos que no suelen ser los objetivos que
quienes las prescriben suelen pretender. Este mismo tratamiento organicista
probablemente
no resuelva el círculo de alcohol, moléculas grasas adheridas en las paredes
de los vasos, o las insuficiencias insulínicas que cooperan en las ocasionales
crisis erectiles de hombres en cualquier caso sometidos a una sexualidad
crecientemente ejecutiva y centrada en el logro.
-
en contra del causalismo
organicista afirmo que lo orgánico no es causal, o al menos no es
necesariamente causal. Por lo tanto, que cuando se describe que hay una
alteración hemodinámica que hace que el retorno venoso peneano impida la
necesaria presión en los cuerpos cavernosos, no se esta dando con la causa de
esta impotencia, sino estableciendo una descripci6n orgánica de esta impotencia
concreta. O, dicho en términos de constructivismo radical, se está
construyendo -inventando- una realidad, en este caso hemodinámica, y desde
luego diferente, pero no menos fantástica, ni más científica, que la
siguiente descripción más "profunda": "la renuencia a la
fusión íntima impide que sus cuerpos cavernosos se relajen". Ahora bien,
ambas descripciones -construcciones de la realidad- no son, aunque lo parezcan y
lo pretendan, explicaciones causales, sino intentos descriptivos, hipótesis
clinicas, más o menos útiles.
-
en contra de la causalidad
linealista afirmo que la causalidad humana no es lineal sino circular. Así
pues, que los efectos imaginados pueden ser las causas que causen y las
supuestas causas previas no ser sino efectos de las -supuestas- consecuencias
predichas y anticipadas, que resultan además de las consecuencias resultantes.
Por ejemplo, el temor a un nuevo fracaso y la ansiedad de logro -efectos que se
hacen causas- puede incrementar el nivel de catecolaminas en torrente sanguíneo
impidiendo por antagonia simple la relajación de la musculatura lisa (por lo
tanto el incremento de caudal arterial peneano y la recepción hemocavernaria),
incrementando a su vez la representaci6n de la realidad, no a la realidad misma.
A los mapas, crecientemente estandarizados, y no a los terrenos, inviolablemente
diversos.
Probablemente si unos y otros
dedicásemos más tiempo y energias a permeabilizarnos de lo otro, en vez de
defendernos de los otros, resolveríamos mejor las impotencias eróticas de
quienes nos pagan y resolveríamos además nuestras propias impotencias -las
etiológicas, las terapéuticas y las conceptuales-. Lo cual no es poco.
Por cierto, por si alguien se siente
ajeno, los sexólogos clínicos -pese a nuestra formación mixta e
interdisciplinar- también solemos desafinar en este desconcierto.
(tomado de Bis , Boletín de
Información Sexológica de la Asociación Estatal de Profesionales de la
Sexología, n1
19, diciembre 1997) |