LA PRIMERA VEZ Y OTRAS
VECES.
Viaje por
expectativas, mentiras, incertidumbres y contradicciones de nuestros
jóvenes .
Hablar genéricamente de
"la primera vez" no tendría la más mínima relevancia, sino
fuera porque curiosamente todos, de forma automática, coincidiríamos
al pensar en lo mismo. ¿En qué piensa usted? Si le digo que ha pensado
en el primer coito, el primer acto sexual, la primera vez que se hace el
amor, etc... tal vez lo haya adivinado, si no ha sido así reconozco mi
osadía; pero asumo ese riesgo.
¿Qué se esconde debajo de esta curiosa
coincidencia? Cómo casi siempre más de lo que parece. En primer lugar
deja entrever que a nivel social se considera al primer coito como un
acto de especial relevancia y cargado de mucho significado en la vida de
una persona. En segundo lugar, el hecho de que la "primera
vez" nos haga pensar en el primer coito y no en otra primera
actividad sexual, pone de manifiesto que el resto de actividades
sexuales son consideradas como conductas menores. Y, en tercer lugar,
que se considera al coito como la frontera que separa la sexualidad
completa de la sexualidad inmadura o incompleta.
Por supuesto que hasta aquí habría mucho que
discutir y cuestionar; pero no es eso lo que pretendo aún; sino
solamente poner de manifiesto mensajes sociales acerca de la sexualidad
que globalmente compartimos, aunque uno a uno podamos tener nuestras
propias ideas. Podemos decir que usted y yo no formamos parte de la
mayoría; pero no por eso la mayoría dejará de ser lo que es:
mayoría; así que, ¡cuidado con menospreciarla!.
Y no es que pretenda hacer sociología para descubrir
la pólvora o inventar la rueda; sino que les invito a meterse en la
piel de un chico o una chica que se plantea cuestiones o que simplemente
piensa acerca de esa "primera vez". Los jóvenes captan con
total nitidez lo que su sociedad les plantea acerca de la sexualidad. No
sólo eso, además los jóvenes captan las expectativas; es decir, lo
que se espera de ellos y lo que ellos a su vez pueden esperar de la
sexualidad. La incertidumbre, aderezada con inexperiencia,
desconocimientos, temores y (lo que es peor) mentiras, coloca a nuestros
jóvenes en una situación delirante: entre la desesperación íntima y
una falsa seguridad externa.
Sin decir a nadie lo que tiene que hacer (el día que
lo haga dejen de leerme), vamos a hacer un viaje por expectativas,
mentiras, incertidumbres y contradicciones que nuestros jóvenes tienen
que soportar.
Expectativas
de Ciencia Ficción: La principal expectativa generada
socialmente es que el coito es una actividad muy placentera y que la
primera vez que se realiza es algo poco menos que fantástico. Se
confía en que nuestra intuición nos dirá qué hacer en el momento
oportuno, que hará que todo sea maravilloso. Se espera del chico que
controle la situación y no se le permite dudar. A la chica, la doble
moral, no le permite mostrarse muy activa y mucho menos tratar de
controlar la situación.
Expectativas de
Cine Negro: Otra expectativa socialmente transmitida, es que se
supone que el primer coito es doloroso y sucio, se desgarra el himen, se
sangra y además determina un cambio sin retorno: dejar de ser virgen.
En algún taller de Educación Sexual con mujeres
maduras, cuando ya existía un clima de confianza, me ha resultado
curioso escuchar anécdotas acerca de la "noche de bodas": lo
que ellas creían que les iba a pasar, lo que sus madres les habían
contado, el miedo que tenían... y lo que realmente sucedió (o no
sucedió, mejor dicho). Sólo he podido esbozar una sonrisa de ternura y
lamentarme por la cantidad de majaderías que históricamente han tenido
que soportar muchas mujeres.
Ante estas dos expectativas (Ciencia Ficción y Cine
Negro), tan extremas y contradictorias, se sitúan nuestros jóvenes en
su primer coito. Por supuesto que cualquiera de las dos los llevará a
la incertidumbre y, cuando suceda, a la decepción.
Una visión más realista y menos radical (desde uno
u otro extremo) haría la vida más fácil a nuestros jóvenes. No
podemos olvidar que un conocimiento adecuado (aprendizaje) y la
práctica, es lo que determinan la adecuada realización de toda
conducta humana que requiera habilidad. ¿Se suele meter un gol por la
escuadra y desde fuera del área la primera vez que se juega al fútbol?
¿Se bate el récord de los 100 metros cuando se aprende a andar? ¿Se
hace una mantelería china la primera vez que se coge el hilo y la
aguja? En el caso del primer coito no hay práctica (es la primera vez),
y por desgracia la educación sexual suele brillar por su ausencia. Con
estos precedentes esperar algo idílico e insuperable, es exagerado.
Por otro lado, llenar la cabeza de las chicas de
temores acerca del dolor, garantiza que en realidad el dolor exista.
Pensar con firmeza que el primer coito es doloroso es la mejor manera de
conseguir que así sea. La primera penetración no ha de ser
necesariamente dolorosa. Cuando el dolor aparece suele estar relacionado
con la involuntaria contracción de la vagina. Por eso "pensar que
va a doler" ayuda a que "de verdad, duela". Cuando llegue
el momento no se estará relajada y disfrutando de la situación; sino
preocupada en identificar la aparición del posible dolor. Otro
precedente que tampoco lo pone fácil. Vamos si les parece de las
expectativas a las mentiras.
Las mentiras del
himen.
Durante mucho tiempo se ha considerado
erróneamente que la presencia de sangre en el primer coito,
suponiéndose que esa sangre era el resultante de la ruptura del himen,
era prueba inequívoca de que una muchacha era "virgen". En la
actualidad sabemos que menos de un 30% de mujeres tienen una pequeña
(subrayo lo de pequeña) hemorragia en el primer coito. Es por tanto
absolutamente imposible que la mayoría de las mujeres tengan esta
hemorragia en su primer coito (se me pone la piel de gallina al pensar
como una creencia errónea ha podido colocar a tantas mujeres ante
situaciones de cuestionamiento injusto de su dignidad, ante tantos
odios, recelos e incluso crímenes).
El himen es un repliegue menbranoso (una especie de
telita) de la mucosa vaginal, cuya función es la protección de la
vagina. La naturaleza previó que la apertura vaginal (necesaria para la
reproducción) tenía un pequeño defecto: podía permitir la entrada de
gérmenes nocivos. Por ello inventó esta "braguita natural"
antes de que nosotros inventásemos la ropa interior. Al llegar a la
pubertad, aparece la flora vaginal (encargada de proteger a la vagina de
infecciones y gérmenes) por lo que el himen comienza a ser innecesario.
Tal es así, que a partir de la pubertad el organismo no hace nada para
regenerar o mantener en buen estado al himen (ya no es necesario), así
que con el paso del tiempo se torna más residual, menos grueso y menos
vascularizado.
El himen por tanto, a partir de la pubertad, tiende a
ser más débil y por tanto tiende a romperse por su propia naturaleza,
antes o después, se tengan o no relaciones coitales.
Asociar un hecho anatómico (el himen) con un hecho
moral (la virginidad) ha sido un profundo error. Lo uno no tiene nada
que ver con lo otro. Pretender fundamentar lo moral desde lo científico
abre la puerta de la sinrazón. ¿Recuerdan los juicios de Dios en la
Inquisición? (Se ponía la mano en el fuego: si lo que se decía era
cierto, bajo la protección de dios la mano no se quemaba; si no era
cierto se quemaba. ¿Adivinan lo que sucedía el 100% de las veces? Son
ustedes muy sagaces).
Un himen roto, lo único que prueba es eso: que está
roto. Un himen sin romper lo único que prueba es eso: que está sin
romper. Ni en un caso ni en otro podemos suponer con certeza si ha
habido o no coito. Cito a un ginecólogo en un libro de divulgación
"todos los ginecólogos hemos visto alguna vez el caso de la
paciente que llega a parir con el himen íntegro" (y yo me
pregunto ¿Era virgen?).
Se podrá divagar moral e ideológicamente acerca de
las bondades o maldades de la virginidad; pero no tenemos ninguna prueba
anatómica-científica que venga a "certificar" la virginidad
de nadie. Pretender confirmar la virginidad desde criterios científicos
y no desde criterios morales e ideológicos es un auténtico desatino.
Y este desatino ha existido. Como anécdota les
contaré que las "virgueras" eran mujeres dedicadas
profesionalmente a la reconstrucción del himen femenino. A pesar de sus
escasos recursos técnicos demostraban gran destreza en el ejercicio de
su trabajo, del cual dependía la rehabilitación social y moral de las
mujeres casaderas. En castellano se mantiene una antigua expresión para
definir una tarea muy bien hecha o adornada: "es una
virguería". Por cierto, en la actualidad aún se hacen
virguerías, ahora con recursos quirúrgicos del más alto nivel.
Después de este viaje metidos
en la piel de un joven que se plantea su primer coito, creo que
convendrán conmigo en que las cuestiones no están tan claras como
podría suponerse: hay expectativas contradictorias, errores severos de
información, se supone una capacitación sin haber existido un previo
aprendizaje, se espera que el azar complete las lagunas personales...
Sin embargo, y a pesar de este "totum revolutum", creo que en
la actualidad podemos disponer de unas cuantas claves que podrían
facilitar la vivencia de este primer coito, o cuando menos servirnos
como puntos de reflexión. Ahí van a modo de propuesta o invitación,
más que de imposición o criterios a seguir:
- Una
buena comunicación con la pareja, lo que evidentemente implica
un buen margen de confianza, permitirá conocer con claridad los deseos
de la otra persona a la vez que expresar el deseo propio, algo que
parece obvio; pero que generalmente se supone que el otro debe adivinar
o "no se lo puedo decir".
- Un buen grado
de intimidad permite
expresar los temores previos y las inseguridades sin sentirse por ello
desvalorado como persona. La intimidad permite desarmarse sin miedo a
ser cuestionado. Tal vez así los varones podrían abandonar esa pesada
carga que les obliga a "saberlo todo y controlar la
situación" sin dejar por ello de ser unos fantásticos varones;
Tal vez así las chicas podrían expresar su deseo sin dejar por ello de
ser unas fantásticas mujeres. En la "imperfección" radica el
atractivo (no la belleza; pero sí el atractivo).
- Tomarse
en serio la educación sexual facilita la evolución personal.
Frente a lo que se podría pensar, los colectivos de jóvenes que
reciben una adecuada Educación Sexual retrasan de manera significativa
la realización de su primer coito (así que ya no vale la excusa de
"no enseñar para no excitar"; sucede justo al contrario). Y
esto no sucede porque son más pacatos o reprimidos que el resto; sino
porque han tenido suficiente formación como para entender que el coito
es una conducta entre otras tantas posibles, que implica unos riesgos
que hay que saber manejar (embarazo, contagios de ETS) y en tanto no se
disponga de recursos personales para manejar con responsabilidad sus
consecuencias hay todo un mundo de la sexualidad por cultivar sin
necesidad del coito.
- Los padres. Aprender
de la experiencia y vivencia de los otros es la mejor manera de
anticipar y manejar lo desconocido para mi, pero no para el otro. Los
padres se quejan de no haber tenido educación sexual en su día, de no
manejar suficiente información para transmitir a sus hijos, de que les
cuesta hablar de ello... Todo esto seguro que es cierto; pero igual de
cierto es que como padres tienen unas vivencias sexuales, que en su día
pasaron por situaciones parecidas, que también tuvieron sus
incertidumbres y temores... esta experiencia es algo innegable. Aquí
radica la fuerza educativa de los padres; su propia experiencia
(innegable) les ha hecho tener unos criterios acerca de la sexualidad,
unos valores morales e incluso unas creencias. Todo esto debe ser
conocido por sus hijos. Al fin y al cabo, a un joven nadie le puede
quitar la libertad de acción; pero cuanta más información previa
tenga, más matices conozca, más "criterios mínimos"
establezca, más "requisitos necesarios se le transmitan"...
estará en condiciones de tomar una decisión más ajustada con sus
propios deseos y sus consecuencias posteriores.
Quiero elogiar desde aquí las buenas relaciones que
los jóvenes actuales han sido capaces de establecer con sus padres (el
mérito es mutuo: de padres e hijos) en relación a generaciones
anteriores. Aquí tenemos una puerta abierta y, lo que es mejor, un
recurso educativo que sin duda ayudará mucho a nuestros jóvenes.
Muchos adultos se quejan de que los hijos se lleven tan bien con sus
padres, como si esto denotara falta de rebeldía o determinación; pero
me atrevo a decir que es sólo la envidia encubierta de haber conseguido
una relación armoniosa con sus padres, algo que en generaciones
anteriores fue una excepción.
- El Deseo o la
Obligación: Lo que se esconde aquí es el criterio por el que
guiar nuestra sexualidad. El Deseo o la Obligación. El deseo nos puede
llevar a los placeres. La obligación a los temores. No se trata de
decir "hay que hacer" o "dejar de hacer". Sino tal
vez de preguntarse unos y otros: Quienes tengan actividad coital: ¿Lo
hacen por su propio deseo o por obligación (entiéndase moda, inercia,
presión...)?. Quienes no tengan actividad coital: ¿Lo hacen por su
propio deseo o por obligación (entiéndase moral impuesta, miedo,
religión...)?
Tal vez la clave no esté en lo que se haga o no;
hacer el coito o dejar de hacerlo. Tal vez la clave esté, y esto es
sólo una propuesta, en guiarse más por el deseo que por la
obligación.
- Consumir o construir.
Hay toda una literatura adolescente que marca las pautas sobre lo que
hay que hacer y lo que no. Se diseña la sexualidad, sobre todo de las
chicas, con un patrón definido. Se trata de hacer "Chicas Ragazza"
o "Chicas Nuevo Vale". Son sólo dos ejemplos de sexualidad a
seguir, marcados ambos por el mismo patrón, imponiendo criterios más
que discutibles; pero sobre todo homogeneizando e igualando lo que en
realidad es una variedad inmensa. Cada joven y adolescente deberá
"construir" su propio modelo de sexualidad basándose en sus
propios deseos, criterios, expectativas... que serán distintos de unos
a otros. Para que esto suceda así debemos dar recursos de crecimiento
personal que permitan esta construcción. En vez de hacer esto les
estamos dando "casas prefabricadas", para todos iguales.
Entre construir y consumir hay todo un planteamiento vital. Consumir
es pasivo, sencillo, los otros me lo dan y yo lo tomo; pero anula mi
propia incitativa. Construir es activo, más complicado, los otros sólo
me ayudan y yo construyo; pero fomenta mi propia iniciativa. Se trata de
optar: podemos dar a los jóvenes un pez cada vez que tengan hambre; o
podemos enseñarles a pescar. Lo primero es más sencillo pero ¿Más
valioso?.
S.S. y C.M. |